Los inrockuptibles – Arte húmedo


Tapa ESPECIAL SEXO / Foto Yamandú Rodríguez

Nota de Tapa – Arte húmedo: Daniela Luna

Extracto de la revista “Los Inrockuptibles “- Pág.34 a 37
Por Javier Villa

http://www.losinrocks.com/revista/enero-febrero-2008
En tiempos en que las representaciones del sexo -cada vez más explícitas, berretas y generalmente aburridas- proliferan en cada rincón, Daniela Luna y los artistas de su galería
Tanto Deseo se plantean recuperar, a través del arte contemporáneo, la fantasía y la excitación ante el cuerpo del otro.

(Painting by Daniela Luna)

En 1866, Gustave Courbet -adalid del realismo y la ruptura con lo académico- situó El origen del mundo en los genitales de Johanna Hefferman. El encuadre recortaba unas piernas abiertas a la altura de los muslos, la vagina en primer plano y en profundidad, mediante un escorzo, el tronco, un pecho al descubierto y otro oculto; la cabeza y los brazos cercenados. La pintura jugó, por más de un siglo, a un “pasala” oculto entre manos privadas, una de las cuales fue la de Jacques Lacan, otro gran connaisseur de lo sexual. Desde 1995 se expone en el Musée d’Orsay, inicialmente con una vigilancia especial por temor a las babas libidinosas o rábicas, producidas por el nauseabundo oprobio que podría surgir de la reacción pública. En la misma institución se puede ver un cuadro casi contemporáneo, Desayuno sobre la hierba de Edouard Manet, una pintura protoimpre- sionista de importancia invaluable, en su época abucheada luego de ser expuesta en el Salón de los Rechazados. El escándalo lo causaba una mujer desnuda desayunando despreocupadamente con dos dandys completamente vestidos. La cabeza de la mujer era de Victoríne Meurend, la modelo favorita del pintor que miraba directamente al espectador, invitándolo a la experiencia pícnica. El cuerpo era de la esposa regordeta de Manet, iluminada crudamente con un tono de probables influencias fotográficas. Había algo que llamaba la atención en ambas pinturas: se trataba de mujeres humanas y contemporáneas, cuya desnudez no estaba avalada por una temática oficial (hasta ese momento, los señores de buena sociedad se habían calentado con temas miticos: diosas, musas y ninfas.)

La vida después de la dupla Courbet-Manet es vox populi. El impresionismo, Montmartre, la bohemia, Moulín Rouge, los cuadros plagados de prostitutas-modelos y mejores amigas del pintor promiscuo. Después vendría el siglo veinte con su ideología de rankings. Los charts, según temporadas y modas, ubicaron como número uno a Pablo Picasso o Marcel Duchamp, dos expertos del erotismo. Las señoritas de Avignon, tal vez el cuadro más importante del siglo, representaba a un puñado de chicas de burdel, desnudas, angulosas y con sus caras maquilladas a la moda de máscaras africanas. Duchamp pintó cuadros con semen, se travestía como Rrose Sélavy, que suena a eros c’est la vie, o le ponia bigote a la Gioconda y la llamaba L.H.O.O.Q, una frase en francés fonético cuya traducción se acerca a “ella tiene el culo caliente” y en inglés a “look”. Su obra magna, El Gran Vidrio, también conocida como La novia puesta al desnudo por sus solteros, podría ser interpretada como una maquinaria sexual surrealista. Una de sus últimas producciones, Etant donnés: 1° la chute d’eau /2° le gas d’éclairage, es un diorama que se observa a través de un agujero en una puerta del museo de Filadelfia, donde se puede espiar a una mujer desnuda cuya posición es, curiosamente, similar a la de Courbet.

No es una novedad: desde el origen del mundo arte y sexo estuvieron involucrados íntimamente y no sólo en la cultura occidental; basta recordar los dioses superdotados de la cerámica Moche o las posiciones imposibles representadas en la escultura hindú. En cuanto al erotismo como objetivo, no hay grandes diferencias entre las réplicas sensuales de modelos famosas del escultor argentino Martin Di Girolamo con las prostitutas de Henri de Toulouse-Lautrec o las afroditas desnudas de Praxíteles, escultor griego pos clásico. Lo que distingue a una época de otra es el tipo de código o lenguaje visual que sube la temperatura en una época determinada y, sobre todo, lo explícito e implícito del objetivo, variable estipulada por la barrera siempre movediza del tabú. En general, sobre esta barrera trabaja el arte, sin la cual no existiría la posibilidad de desborde (y sin el cual no existiría la posible excitación, ni artista alzado o espectador voyeur).

Es por eso que al navegar sobre una actualidad de sexo explícito, berreta y generalmente aburrido, a causa de la pobre sugestión que puede generar una vedette desnuda en televisión a las dos de la tarde, en millares de sitios por Internet o en posiciones groseras a la vista de todos en un quiosco de revistas, el arte puede convertirse en un oasis donde recuperar la fantasía y la excitación ante una historia o, simplemente, ante el cuerpo del otro. Sin dudas, uno de los oasis actuales es Tanto Deseo, suerte de sucursal erótico-artística de la galería Appetite, nave nodriza del arte joven comanda por Daniela Luna. Dicen que en los comienzos Luna lo había planificado todo. Eligió San Telmo porque se perfilaba como la zona de atracción de un turismo joven, adinerado y cool. Se enteró de la posible apertura de un hotel gay a todo lujo y caminó días enteros por el barrio tratando de intuir, en base a edificios abandonados o terrenos baldíos, donde podría asentarse esa meca homosexual, adinerada y de buen gusto. De ese modo llegó a Venezuela al 600. Un año y medio más tarde, en 2007, Appetite ya tenía su sucursal amplia en Chacabuco al 500, comenzaban los planes de apertura en Nueva York y el diseño de Tanto Deseo en el espacio bacante de Venezuela, donde el proyecto hotelero se concretaba lentamente en un terreno de la vereda de enfrente.

En los movimientos de Luna confluyen el azar y la experimentación con la estrategia y la astucia empresarial. La apertura de una galería-local que mezcla arte y diseño bajo la temática del deseo -no en su acepción psicoanalítica sino carnal- podría fisurar los límites endogámicos sobre los que generalmente descansan las artes visuales y ampliar un coleccionismo reducido ante la introducción de cierta novedad, como una galería de línea curatorial temática, promocionando un motivo no tan novedoso pero siempre popular y atrayente: el sexo.

(Photos by Anatole)

Cuando este nuevo emprendimiento abrió sus puertas no causó tanta sorpresa. Luna ya venía explotando el tema con Appetite, junto con un grupo de artistas, y en su faceta creadora, actualmente relegada por la gestión. Había cosechado un segundo premio con una instalación de fotos pomo apropiadas en Currículo Cero versión 2005, había sacudido la asepsia de la Alianza Francesa con una escultura-objeto gigante de un pato-consolador chorreado con cera en 2006, se hicieron públicos sus videos y stills más crudos, donde el espectador podría imaginarse un bacanal colectivo a pleno éxtasis, y había puesto en circulación dibujos, pinturas y composiciones digitales: autorretratos en tono de chica Manara que jugaban con una perversión fetichista centrada en objetos kitsch o de consumo masivo e inocentes animales de peluche utilizados como instrumentos eróticos y masturbatorios.
En Tanto Deseo parece pulular un “vale todo” liberador. Artistas adultos se mezclan con jóvenes, adolescentes y creadores circunstanciales o no artistas. Se pierde en ocasiones una línea profesional de productores con oficio, pero esto no amenaza al “buen” arte o la obra “interesante”, ya que el objetivo pasa por otro lado: Tanto Deseo es un ensayo experimental, donde se expresan pulsiones bajo distintos temas y donde varios dibujos de rockstars hechos por fanáticos de diecisiete años pueden resultar divertidos e incluso, desde una mirada sociológico sobre la imagen contemporánea, digno de análisis. Y si bien el sexo se alza como motivo núcleo desde reflexivo, los usos del lenguaje visual, lo puramente erótico, sado, juego infantil o perverso, el deseo puede tener sus ramificaciones hacia la idolatría, la violencia y las adicciones de variada escala.
Se podrían nombrar algunos caballos de batalla que circulan por mundo Appetite desparramando sexo con diversas estética Varios abordan el tema sin ser una preocupación única y principal: una versión trash y escatológica de plásticos bordados, videos murales con ketchup de Anabella Papa; el erotismo suave pero sugerente a través de un beso lésbico o una chica camuflada que mira al espectador con su boca apenas abierta en ciertas pinturas de Ana Vogelfang; o el porno romántico y naif mezclado con un poco de violencia y sufrimiento amoroso que aparece en los collages de Nicanor Araoz, con personajes a veces infantiles y otras perversos, siempre con las mismas medias y calzoncillos, donde se mezclan animales de animé, chicos con cabezas zoomorfas o que nunca muestran la cara, junto con fantasmas y un par de arco iris.
   
(Paintings by Kuki Benski)

También están aquellos para los que el tema se transforma en un trabajo de tíempo completo. Es el caso de Kuki Benski, cuyos collages coquetean con la época más pop de Antonio Berni, pero aggiornados con brillantina y elementos de un kitsch contemporáneo. Surca un erotismo tierno, cargado de humor o belleza, que en su serie de geishas se acerca a una estética oriental, de una tradició sexual muy naturalista en las estampas chinas y japonesas, y en otras utiliza una imagen más occidental, la stripper o la chic cómic con una estética años setenta

(Photo by Yamandu Rodriguez)

Pero el abanderado obvio de esta línea promovida por Luna es Yamandú Rodríguez, que logra desplegar uno de los trabajos más particulares con un soporte complejo como la fotografía, por ser el privilegiado del consumo sexual y cargar con una larga tradición artística. En un espectro enorme que media entre las composiciones clásicas y cuidadas de Robert Mapplethorpe y las snapshots casi antropológicas y ant clásicas de Nan Goldin, habría que ubicar la producción de Yamar dúo Manipula bajo tensión una composición sólida y precisa con una crudeza espontánea de una foto que remite al álbum casero para la mesa de luz o la circulación virtual. Su particularidad la obtiene como ganancia a partir de un mecanismo sostenido que va conformando un archivo o tipología de diferentes poses de mujeres sin rostro e identidad que el autor conoce por Internet; la toma casi siempre muestra alguna prenda interior puesta, a medio camino o en el piso y casi nunca expone los genitales de forma directa al estilo Courbet. Como apunta Rafael Cippolini en el prólogo de Fantasy, la última muestra del artista: “El casting de Yamandú Rodríguez nos vuela la cabeza precisamente por eso: vuelve doméstica la sensación de que no existe una desnudez, sino millones … Sin que jamás se lo haya propuesto, pone en escena el recorte de una imperdible historia social de las formas de estar desnudos”.